No hay que olvidar

No hay que olvidar

Por:  Juan Carlos Aguiar

En el instante preciso en que un hombre de camiseta gris y pantalón claro le arranca el spoiler trasero a la camioneta, varios más gritaban: «Dele, dele», «Eso». Lo hacían con una rabia justificada por años de barbaridades. Lo hacían a nombre de las miles y miles de víctimas que dejó la guerrilla de las Farc en décadas de accionar criminal. También lo hacían a nombre del propio odio reprimido y del inmenso temor de que los jefes desmovilizados puedan llegar al poder y destruir este país imperfecto que tenemos. Aquel hombre no fue el único que atacó el carro en el que iba quien fuera el máximo comandante guerrillero en Colombia. Fueron muchos más y seguro que todos tenían las mismas razones tan humanas como entendibles.

Las imágenes han inundado las redes sociales al igual que se han desatado los insultos contra Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko o Timoleón Jiménez. ¿Merecía menos? No creo. ¿Más? Seguramente. Pero estas no son las preguntas que debemos hacernos. La más importante ante este episodio, creo yo, es una sola: ¿Nos merecemos los colombianos vivir en medio de ese odio? Estoy seguro que no.

Yo defendí y defiendo el proceso de paz que hoy nos tiene en este punto, ojalá de no retorno. Lo hice por convicción y es lo que procuro pregonar. Consecuente con esto jamás agredo o irrespeto a otra persona. Me niego a la violencia y defiendo las posturas pacifistas. Lo que se vio en Quindío, paradójicamente la tierra del candidato presidencial de la Farc, en parte es vandalismo.

Así como muchos defienden, con toda razón, el derecho a llamar terroristas y asesinos a los condenados líderes de esta guerrilla, no pueden desconocer que como sociedad también debemos rechazar estos actos de violencia espontánea. No voy a pedir investigaciones ni cárcel contra quienes hicieron esto. Sería absurdo. Pero si quiero insistir en que desmovilicemos esos odios tan arraigados en nuestra sociedad. Desescalemos nuestro lenguaje. No por esos personajes que nos atacaron, violaron y asesinaron ni mucho menos por protegerles la honra que no tienen. Es por nosotros mismos para darnos la oportunidad de vivir en paz. El odio enferma. Daña.

En las próximas elecciones salgamos masivamente a votar por nuestras convicciones pero no por los candidatos de la Farc. Demostremos que somos ese país del que nos enorgullecemos y que podemos darles una lección en las urnas. Vamos a enseñarles que en la vida civil, ahora desmovilizados, tendrán que tener sus casas como madrigueras de las que no deben salir. Vamos a gritarles con nuestro voto y con nuestra indiferencia que podemos perdonar pero jamás olvidar. Quizás no hubo cárcel como debería ocurrir en un país normal, que no somos, pero si tiene que haber un contundente castigo social del que no puedan recuperarse jamás. Pero sin violencia, porque de lo contrario nos convertimos en lo mismo que tanto repudiamos.

 

Un comentario sobre «No hay que olvidar»

  1. que bueno por los quindianos a estos terroristas hay que darles de su propia medicina, colocarles un collar bomba como ellos hacían con los compatriotas de bien, amarrarlos y encerarlos en jaulas como hacían con nuestros policías y soldados junto con el torcido de santos.

Deja una respuesta