Gallos finos, una tradición viva en la selva de cemento

Gallos finos, una tradición viva en la selva de cemento

En el barrio La Julia de Montería hay un lugar donde los gallos nunca paran de cantar, aunque es una zona central de la ciudad ya abarrotada de casas y edificios en concreto aún se conserva desde hace más de 45 años un espacio de aspecto rural conformado por dos galleras que albergan por lo menos 200 ejemplares finos de pelea, los cuales son cuidados y entrenados por los hermanos Marcos y Cesar Pastrana, cada uno dueño de su respectiva gallera.

El lugar queda ubicado en la carrera 12 con las calles 16b y 25. Detrás de un portón verde hay una especie de finca donde están las galleras Senegal y la Julia. Es increíble encontrar entre la selva de concreto que es esta ciudad, un lugar en el que además de conservarse un aspecto rural, se conserva una tradición histórica para nuestro país, el cuidado de gallos finos de pelea.

Marcos Patrana, entrenador y cuidador de gallos finos.

Marcos Pastrana Ramos de 69 años, es un hombre de ojos azules, aspecto humilde, tez blanca y pelo canoso, es uno de los 3 cuidadores de su gallera Senegal, que tiene aproximadamente 110 ejemplares a su cuidado en estos momentos. Vive en el barrio Edmundo López de Montería, pero antes de las 6 de la mañana se encuentra en su lugar de trabajo alimentando y entrenando sus animales.

Con voz baja pero firme, Marcos Pastrana cuenta como hace más de 60 años su familia estaba en este terreno en la Julia que antes era extenso, campestre y hacia parte de una Ciénaga, hoy sólo quedó el pequeño predio donde se encuentran las dos galleras, que fueron poco a poco rodeadas de ciudad.

“Los pelaos que estábamos no sabíamos nada de gallos, un hermano de nosotros trabajaba en la Caja Agraria y unos doctores le daban los gallos para que los soltara aquí, así empezó. Luego unos vecinos que les gustaban los gallos los trajeron acá y comenzaron a enseñarnos como cuidarlos y entrenarlos”, comenta Pastrana Ramos explicando cómo empezó su pasión por cuidar gallos y léase bien, sólo cuidar porque según él manifiesta no le apuesta a gallos y tampoco tiene propios, todos son de otras personas que se lo dejan para que los cuide.

Ángel Benítez Cogollo es propietario de 10 gallos de pelea que cuida Marcos, Benítez tiene que llevar comida, vitaminas y medicinas para sus animales, sus ejemplares son alimentados, fumigados, entrenados y curados en Senegal. Cuando sus gallos pelean y ganan hay un porcentaje que le corresponde a la gallera por los cuidados, esta cifra puede llegar a ser un 20 por ciento de lo que se le apueste al ejemplar, si pierde ni el propietario ni la gallera ganan dinero.

Ángel Benitez, propietario de gallos.

Benítez Cogollo cuenta que en Montería hay varias galleras donde se cuidan los animales en esta misma modalidad y también hay muchos lugares donde se dan las peleas de gallos los días viernes, sábados, domingos y festivos. Con una sonrisa en el rostro Cogollo muestra en el ala de un gallo una placa que evidencia que es de los suyos e indica que ese es su campeón ganador de 13 batallas y símbolo de muchas de sus alegrías.

Como Ángel Benítez hay muchos pensionados que tienen sus gallos en las galleras Senegal o la Julia, los hermanos Pastrana cuentan que muchos de ellos tienen sus ejemplares en ese lugar, los traen de sus fincas en zonas rurales de Córdoba y en Montería los ponen a pelear. También manifiestan que la tradición ha resistido el paso del tiempo y que ahora se ven las nuevas generaciones entrenando y peleando gallos, demostrando que esta pasión está aumentando en la región.

“La tradición ha aumentado, han mejorado las instalaciones y las peleas”, indica Ángel Benítez, explicando que las peleas de gallos es una tradición histórica en el país, que está lejos de acabar. Las galleras de los hermanos Pastrana son la muestra de que las peleas de gallos no van a desaparecer con la modernidad, el desarrollo y la ampliación de las ciudades

En Montería como en muchas ciudades de Colombia las peleas de gallos no se han extinguido, en cambio se habla de un aumento de público y de nuevas generaciones de jóvenes entrando a hacer parte de la tradición.

Así la urbe se expanda espacios como estas galleras y personajes como los hermanos Pastrana seguirán haciendo presencia y conservando esta cultura, incluso en los puntos más centrales de la ciudad, donde nadie podría creer que más de 200 gallos, que no dejan de graznar, conviven con los pitos, gritos, contaminación y estrés de la selva de cemento.

Por: Luis Miguel Pérez Cerezo

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