«¡Señor ten misericordia de nosotros!» exclamaron muchos tierraltense en medio del vendaval que acabó con sus enseres.

«¡Señor ten misericordia de nosotros!» exclamaron muchos tierraltense en medio del vendaval que acabó con sus enseres.

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Yo lo único que sabía era que tenía que proteger a mis hijitos, y para eso solo le pedía a mi Dios «¡Señor ten misericordia de nosotros!». Entre  lágrimas y desconcierto Denis Salcedo le contó a La Lengua Caribe cómo fueron esos momentos en los que en medio de la lluvia veía cómo perdía sus enseres.

«yo estaba dormida, pero sentí ese vendaval que se presentó así depronto, entonces llamé a mi esposo:  «mijo párate..corre mijo que hay un vendaval».  ese viento zumbaba fuerte y nos percatamos que venía arrasando de todo. Yo lo único que pensaba era en mis hijitos y corrí a abrazarlos, a protegerlos con mi cuerpo, nunca dejé de clamarle a Dios que nos ayudara. Veíamos como los trastes los perdíamos, la cama se nos mojó, todo lo perdimos. Pero bueno estamos vivos y escuchamos que todos en el pueblo le pedíamos a Dios lo mismo, Misericordia»

El relato de Denis, una joven madre de cinco pequeños se queda corto al evidenciar hoy los destrozos en su humilde vivienda a sí como las otras 300 familias víctimas de la propia naturaleza.

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Los estragos del fuerte vendaval la mantienen hoy sin un techo donde albergar a sus pequeños pero agradecida con Dios que ninguno de ellos resultó lesionado, y con la esperanza de recibir una ayuda por parte de los gobiernos local y departamental. Hoy  Denis Salcedo vive la misma situación de muchos tierraltenses en los corregimientos de Nuevo Oriente, Nuevo Tai, Nueva Unión y Río Nuevo quienes también lo perdieron todo, sus casa, sus cultivos, sus enseres.

Las pérdidas económicas tras el fenómeno natural no se han establecido pero sí se sabe que hay una pérdida total en cultivos de plátano en más de 5 mil hectáreas, en yuca en más de mil 500 y aún no se han contabilizado las de papaya. Los estragos alcanzaron  a cuatro colegios y escuelas y hasta los puestos de salud pero jamás alcanzaron a arrasar con la fe y la esperanza de los pobladores que hoy en medio de lagrimas agradecen al todopoderoso tenerlos con vida.

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