Los hijos de la plaza, la «Tapillada»

Los hijos de la plaza, la «Tapillada»

Por Victorino Gasparín.

Pocas veces los recuerdos pisan tan fuerte en la mente, las vivencias de la niñez y juventud retumban en los rostros de cientos de amigos, vecinos ex vecinos y algunos que duraron poco tiempo en los Barrios República de Panamá y la Ribera en La Capital de Córdoba Montería.

Dice la historia y por lo cierto que es poca la que hay escrita sobre el nacimiento de estos barrios que por allá por los años 1975, unos planes masivos de viviendas promovidos por el estado a cargo del extinto ICT (Instituto de crédito territorial) y al que le correspondió al entonces Alcalde Edmundo López Gómez inaugurar en el año 1978. Al ver una plaza a la cual la circundan pequeñas casas que se miran de frente y unos callejones angostos que tenían la misma perspectiva pude entender la hermandad que veía ese primer sábado de cada año nuevo.

Un grupo de amigos hace más de 8 años decidió organizar una “Tapillada” para recordar aquellos años de la plaza donde crecieron, rememorar esos tiempos donde fueron felices, un espacio mágico donde están guardados tantas vivencias, ese sábado de cada año recién nacido, el cielo conspira, las nubes se abren, el sol brillante y el calor atrae muchas personas; decidí ponerme a contarlas pero era imposible, lo que estaba observando en los rostros de cada persona que aparecía no me dejaba contar hasta diez, felicidad, risas, abrazos se entrelazaban entre sí.

La entrada principal era como un portón grande al aparecer por el frente de la casa del señor  Diomedes Pretelt, allí empezaba un sin número de emociones, eran como niños pequeños, se transporta uno a esa infancia o juventud en imágenes, corrían a buscar su uniforme conmemorativo como si se tratara de la final de la serie mundial de béisbol, son 5 equipos impecablemente diseñados para la ocasión, los abrazos, las sonrisas hacen un eco como si se tratara de un baile.

Su majestad el palo de escoba hace su arribo, el verdugo de los bateadores, “ La checa o tapita” que fue recolectada por todas las tiendas hace su entrada triunfal, los ampire del encuentro verifican las alineaciones y suena por el micrófono “PLAY BALL” el picher abridor enfunda entre sus dedos la primera tapita que tiene como objetivo tumbar otras dos, una encima de la otra que hacen de plato a la cual hay que derribar lo que en las reglas del juego de “Tapilla” significa un “Ponche”, el ampire de home club canta el primer strike del bateador la velocidad de la tapilla es impresionante y la forma como el picher lanza montones de ellas; por fin después de muchas tapitas se produce el primer hit, vaya ruido el que acabo de escuchar acá, hay que gritar «¡quieto!» por que donde el infilder conformado por 4 tapilleros atrape la tapilla y cante a voz alzada «¡Fueraaaa!» sin antes llegar el corredor a la base tendría como resultado un out fulminante.

Espectacular escenario, atrás dentro de un bosquecito suena un tremendo pick up, ¡vaya caballero!, un hijo adoptado de barranquilla llega cada año y desde la arenosa se viene con su amigo Carlos Cogollo Páez a disfrutar de este magno espectáculo, el “Chello” como le dicen a Sergio Rubio Galvez y su hermano Samir se toman en serio el juego, su papá el señor Rubio como le llamaban en las gloriosas épocas se emociona como si fuese el juego de su vida, el equipo de Jorge Luis el  “Capri” Pretel reacciona ante cada jugada polémica, mientras el asador ondea las telas de carne y en la tienda zumban las cervezas, el juego se pone interesante, todos  esperando el turno como si se tratara de un triangular donde hay que ganar el honor.

En ese mismo espacio al frente de la casa que fuera de Amaury Rhenals había un sitio donde las cuerdas y los trompos zumbaban con el majestuoso baile de un elemento de madera elaborador de palo de guayaba o el famoso voltereta que al son de un clavo se sostenía en el piso. Era allí después de las 3 de la tarde un espacio para jugar el «Juego de Trompo», había que meterlo en la olla que era una figura redonda dibujada en el suelo arcilloso del frente de la casa. Amaury emigró y llegó doña Cleopatra Campillo, pero el espacio era el mismo, apunta de mapolasos llegaban los jugadores a destruir a los adversarios.

 

Esa mágica plaza tenía varios eventos, el Festival del Barrilete, se recolectaban las palmas, se compraba el papel barrilete de colores y uno mismo lo elaboraba, el nylon era el de mejor calidad, la cola eran elaboradas de tiras de trapo. Dice mi relator que un tal “Efrén Maldonado” era el terrible de los barriletes, les colgaba un pedazo de palo no menos de 10 cms y en cruz armaba dos cuchillas, tremendo depredador del aire en que se convertía ese pájaro colorido y volador, muchos otros cayeron en sus cuchillas y se perdían en el espacio.

La noche tenía su esencia particular la casa de los Cogollo Páez, era concurrida o el poste de la energía al lado de la casa del sr Diomedes Pretel, sitio preferido para sentarse a charlar entre amigos y amigas, ese poste era testigo de un juego muy particular “El escondido Americano” valla juego entre hombres y Mujeres, quien se dejaba encontrar se tenía que dar un beso, allí nacían los inocentes amores que después se transformaban en envío de “Credenciales” y cartas en esquela o el bochinche del famoso chismografo, todo se refrendaba en los aclamados quinceañeros, la corte el vals y el baile de merengue o la balada americana para entrar a cortejar a la amada de turno.

Por esos mismos callejones debajo del palo de los Amaya el tac tac del dominó era la entretención de los mayores, al son de las fichas, Lucho Páez llevaba la pauta, atrás los demás esperaban turno, cerveza iba cerveza venía,  y así podría transcurrir un placentero domingo. Mi Interlocutor se aleja a buscar una cerveza y a contar anécdotas con sus viejos amigos, hoy muchos son Médicos, arquitectos como uno de los organizadores “Gabo Cogollo”, administradores, Ingenieros comunicadores sociales, en fin muchas profesiones y otros que no tuvieron oportunidades. El ego de sus profesiones ni los logros en ese día importa, solo interesan los cuentos, las anécdotas los noviazgos de antaño,  las travesuras realizadas. En una esquina la casa de la legendaria Elba Páez a quien resalta en sus cachetes la alegría.  Si te adentras encuentras a las Rodríguez que este año uno de sus sucesores Carlos Andrés comentarista radial en la ciudad de Cali realizó una transmisión en directo,explicando el juego de tapilla a los vallunos. Todo un evento,  uno de los mellos por que el otro tristemente falleció disfruta colgando en las redes sociales las fotografías del evento. Quedan otras anécdotas,  el Papamovil del señor Wadnipar, el mejor queso del señor Hogeg y otras más que no pude verificar.

Se viene la premiación y todos al estilo grandes ligas son coronados, mejor bateador, mejor equipo, más carreras impulsadas, el mejor picher, ¡que gala! pero el mejor premio es verse con esos amigos de la infancia, aquellos con quienes compartieron crecieron y hasta puños se ofrecieron. Ya entrada la noche se quedan los perniciosos el pick up sigue sonando en el asador no queda una sola carne, las cervezas escasean, las imágenes retratan el magnífico día con la nostalgia de ¿ por qué se acabó? Solo queda la satisfacción de que cada año más personas se unen a este jolgorio de recuerdos y alegrías, el popular “Jacho” se desaparece sin decir palabras y por más que lo mandan  a buscar no aparece. En el bosquecito se quedan los recuerdos de una nueva versión de la «Tapillada» y desde ese día empiezan a nacer nuevas ideas para el evento del año entrante, será la décima versión. Los hijos de la plaza se van marchando poco a poco esperando volver a encontrarse nuevamente el otro año con sus recuerdos.

 

 

Un comentario sobre «Los hijos de la plaza, la «Tapillada»»

Deja una respuesta