La sociedad de los imbéciles

La sociedad de los imbéciles

Por Victorino Gasparín.

No acostumbro a utilizar palabras tan directas e insultantes y pido perdón ante ello por el título utilizado pero no tengo otra denominación para lo que está sucediendo en el país y el departamento; ver diariamente la polarización, los sesgos, odios e insultos en redes sociales, en la calle, en las reuniones sobre los temas que agobian al país me llevó a tener esta opinión tan triste como cierta.

La desvergüenza asentada en las mentes del pueblo está acentuada en el dominio de las familias que a lo largo de la historia han gobernado al país, las estadísticas indican que el 40% vende su voto por 50 mil pesos, el 15% vota libremente y el 45% no vota siendo este el más crítico. También es cierto que el “Sistema” coapta al elector, este no cree y por eso se atrinchera desde el sillón de su casa a denigrar promoviendo un mejor país.

Hoy en día lo que anteriormente era un honor tener título de ‘Magistrado’ el presente indica que es una vergüenza, lo acontecido en la Corte Suprema de Justicia es el debacle de una democracia mal cimentada que desde hace años sufre grietas en su composición, los ‘tontos’ sabían que el sistema judicial estaba prostituido pero en su posición conformista llena de miedo prefirieron callar y no denunciar, sabían que de hacerlo terminarían siendo acusados y los lucifer de la justicia triunfarían.

La descomposición moral y ética que nada tiene que ver con la Justicia según algunos pensadores, tiene sumido al departamento y al país en una enfermedad mental difícil de superar, el “imbecilismo” (Carencia o escasez de inteligencia o buen criterio, acción o dicho propio de un imbécil), es la suma de un  pueblo descompuesto iletrado, ignorante,  que aplaude a sus ídolos porque estos bajo el manto de su riqueza tienen el poder de hacer lo que les da la gana amparado en un Estado fallido que permite todo lo malo.

Tan enfermos están de imbecilidad que  muchos dejan  que un alcalde por ejemplo les cobre el 30% por un contrato «adjudicado por licitación» y salen contentos gritando que coronaron. Tan tontos están que adulan al delincuente de cuello blanco aun esté cayendo en desgracia y aceptando sus culpas; borrico el pueblo cómplice que no lee y solo se limita a resonar la opinión de otro más imbécil que él.

El imbécil es fácil de engañar por eso nuestros gobernantes nos mientes y ellos creen. Muestra de ello es un presidente que llevo al país a un punto de no retorno, entre más miente más le creen, hoy pagamos 7 mil millones de dólares en deuda externa anualmente, y aun así el «Ministro Estrella»  dice que tenemos una de las mejores economías de la región y lo peor los imbéciles le creen. Están tan enfermos que un escándalo de farándula les produce más indignación a que les roben los recursos.

Otro episodio de imbecilidad política es aquel que recoge firmas para su amo, este no encuentra otra forma de calmar su hambre que siendo esbirro del corrupto, ahora resulta que prostituyen sus partidos y después salen de dignos a hacer populismo, vaya forma de decirle al pueblo “imbéciles”.

El discurso político está enmarcado en la máscara de la mentira que busca reclutar imbéciles para que voten por ellos, Córdoba debe entender y Colombia que se necesita un discurso que este cimentado en verdades, esa política de arrodillar al adversario es inquisidora; de los candidatos actuales ninguno genera confianza, el nivel de polarización ciega el camino hacia la verdad, un proceso de paz, mal diseñado que infunde miedo, Juan Manuel Santos y todos esos los congresistas que se tomaron la foto son responsables del futuro.

La idiosincrasia del atajo maquilado en la frase clientelismo no puede ser una norma impartida desde la capital, la justicia debe recuperar su independencia, el colombiano necesita vivir, mas no sobrevivir bajo el amparo de la ley de la calle, la idiotez no puede ni debe seguir siendo un modo de vida.

Sobra decir que Córdoba necesita depurarse los que poco a poco están cayendo muestra la verdadera mascara, esta, debe ser la memoria histórica para que jamás se vuelva a repetir.

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