La Paz: El tesoro perdido de las masas

La Paz: El tesoro perdido de las masas

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» El ser humano es un esclavo del destino, dentro de una cárcel sin coeficiente intelectual»

 Por Jesús Corena

Colombia al ser un país poseedor de multiplicidad étnica, territorial, cultural e ideológica adyacente a la libertad de conciencia, imprime al conglomerado social un exuberante «germen» de diferencias propiciando un ambiente tenue y hostil concerniente a la calidad de vida de sus habitantes. En ese mismo contexto se compenetran la mente y sus diversos pensamientos suscitando nuestra propia guerra mental dentro del orden natural de las cosas, en vista de que todo tipo de diversidad engendra dentro del orbe un nuevo conflicto armado interno o externo.

Bajo esa tesitura se exponen inmemorables acontecimientos cuya «protogénesis» abarca el período establecido entre 1929-1930 y 1957-1958 donde se deciden aspectos centralizados de nuestra historia, del mismo modo coyuntural al tener como ejemplo una segunda visión política y social acerca del inicio del conflicto a finales del Frente Nacional, o incluso a principios de la década del 80 con el auge del narcotráfico. No obstante el aleatorio accionar del pueblo  acorde a las políticas públicas establecidas por el estado es quien propende las directrices sociales, ideológicas y filosóficas de los ciudadanos, lo cual apunta hacia la fundamentación y creación de los partidos políticos mediante la utilización de sus derechos constitucionales como la  Protesta Civil en contraprestación al mal manejo del erario público, la distribución de la tierra o la impunidad, principales atenuantes de la desigualdad social.

Consecuentemente es así, como la división gubernamental del estado por medio de la marrullería y la perspicacia de los administradores públicos u otros órganos de control dan cabida a los grupos al margen de la ley, si bien es cierto que su roll de desestabilización es considerado como un mecanismo de oposición ilegal atinente al  «gobierno actual» a través de una cortina de humo denominada ideología política, financiada bajo el auspicio de las actividades ilícitas y el sponsor de los diversos crímenes de lesa humanidad, en una guerra sin cesar, o en una legítima paz como alhaja para la sociedad, al trasegar 60 años de maldad.

En otros términos, es el ser humano por medio de su fortaleza mental quien tiene la potestad de hacer un cese al fuego mediante la validez e implementación del derecho a la Paz, siendo este un deber de estricto cumplimento constitucional, o si por el contrario decide seguir jugando al ratón y al gato en un conflicto que año tras año imprime plétora en el secuestro, el desplazamiento forzado y la desaparición forzada en la historia de un oasis sin gloria que condena a un país a vivir en cien años de soledad.

Sin embargo en nuestro razonamiento lógico, siempre existe un espacio para fundamentar la prolífica razón de esta inútil conflagración, acerca sobre cuál será el rumbo a tomar hacia el futuro de un país con un «porvenir centralizado», o si la sociedad estará condenada a vivir en el violento letargo de las reminiscencias de la vida, teniendo en cuenta que cada posconflicto arroja una moraleja a raíz de las experiencias vividas. Por ende es así, que resulta necesario admitir, la pregunta: ¿existe la paz como justicia social? De todos modos es loable argumentar que mientras exista un país que muere en la marginalidad, una patria que vive sin felicidad, jamás se podrá concebir un cese al fuego mutuo o unilateral, anexo al protagonismo que implica la equidad social como factor transcendental dentro de la mesa de negociación por parte de la comisión de paz y la bancada perteneciente del grupo al margen de la ley, (Farc) influyendo en un acceso justo a la tierra mediante una reforma agraria integral, la participación política, la reparación de víctimas, los actos de no repetición, el narcotráfico y la refrendación.

De manera semejante estos ítems a concertar dentro del proceso paz, admiten cierta perplejidad entre quienes monitorean y relacionan paso a paso su evolución con respecto a la Ley 1448, donde en cierto modo y en algunos casos la credibilidad en temas como la Restitución de Tierras y Reparación de Víctimas, suelen transmitir endeblez jurídica a causa de la impunidad, las mafias guerreristas y los inmutables actos de corrupción. Así mismo la participación política suscita el acceso a los derechos políticos para la subversión con la condición de la dejación de armas y la reactivación a la vida civil, puesto a que en el conflicto y posconflicto se manejan dos paralelos (Odio – Paz) y es en sus principales actores donde reside el perdón de sus actos a través de una exhaustiva refrendación que imprima una verdadera legitimidad jurídica democrática, sin ningún tipo de exención, artimaña, opresión, fraude o manipulación en contra de la normatividad constitucional, el sistema económico y los derechos fundamentales de los colombianos. Mientras que en otro aspecto el sendero contradictorio a tomar sería la prolongación de esta lucha cruel y voraz, siendo el odio y el negocio de la industria bélica la falacia comercial del plebiscito.

A pesar de todo, en reiteradas ocasiones el escepticismo merodea nuestra mente ante la incógnita de saber si el actual proceso de paz será justo, plausible o transicional, teniendo en cuenta la pluralidad de grupos al margen de la ley que existen en nuestra nación como el (ELN), entre otros. Caracterizados, por tener una peculiar metodología política sin tener que exceptuar La Libertad de Creencias o El Libre Desarrollo del Pensamiento, arraigados a los derechos y deberes políticos del ser humano, aunque si bien es cierto, que el estricto cumplimiento por parte de las garantías del estado para con los posibles desmovilizados debe impregnar total transparencia, de tal manera que no se vuelvan a presentar actos de repetición que traigan consigo zozobra e intimidación; ante la probable mutación del escenario del conflicto rural hacia la reincidencia en la delincuencia urbana, por parte de los subversivos. No obstante, todo parte del determinado caso de poder efectuarse un refrendamiento positivo, donde al fin y al cabo la pretensión del coetáneo acuerdo de paz otorgue las garantías pertinentes, acorde que los verdaderos protagonistas y la dignidad de las víctimas no se excluyan, como tampoco se discriminen, al quedar en la intemperie.

Finalmente, es necesario contemplar el criterio de indagar a nuestra propia fuente de energía interna (Alma), la posibilidad acerca de qué sendero se debe optar, si preferimos darle prolongación a la autodestrucción humana o si reflexionamos al hacer un stop en esta vehemente guerra que nos claudica cada vez más en el abismo. Somos materia, por tal razón nacemos perfecta o imperfectamente bajo el privilegio de llorar para batallar, de sonreír para ganar, de soñar para triunfar sin importar la convicción que nos pueda identificar, pues las penas del olvido se ahogan en el mar, mientras que el Dios de la eternidad con su omnipotencia nos hace perdurar en la paz. Es por eso, que hoy por hoy, más que nunca nuestras propias cohesiones intelectuales auguran un nuevo clamor de indulgencia, de júbilo y de igualdad social, dejando a un lado nuestras discrepancias y rencores. En síntesis, la expectativa de la felicidad irradia nuestras vidas, como aquel llanero solitario que deambuló por el desierto hasta encontrar el agua bendita que calmase su sed, teniendo en cuenta que la necesidad es el origen de nuestras desemejanzas y que la inmoralidad es el principal detonante de todo mal para la sociedad, mientras la avaricia por la inmundicia del alma, es la perdición del hombre en el materialismo terrenal; en tanto el tesoro perdido de la masas, es la paz, como el principal camino que conduce hacia la felicidad, la guerra es un negocio, y el odio es el esposo de la guerra.

Un comentario sobre «La Paz: El tesoro perdido de las masas»

  1. Los coeficiente intelectuales se están perdiendo por que no valoramos a las personas como persona si no hacemos de el un articulo o robot sin sentimientos para decir afirmativo o negativo según nos convenga creando así una tierra de Zombies vivientes, buen articulo y valoremos el sentido crítico como persona que somos pensantes y razonantes.

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