La corrupción, una herencia maldita

La corrupción, una herencia maldita

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Por: Roberth Angulo 

Muchos se burlaron y mofearon al expresidente Julio Cesar Turbay, cuando expresó su frase más célebre » hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones » si hoy analizamos su pensamiento no estaba equivocado, después de haberse expedido tantas normas para combatirla y desterrarla aún sigue reinante y campante.

La corrupción se ha convertido en un cáncer que hace metástasis en todas las esferas de lo público, erradicarla se ha convertido en una verdadera utopía, sus orígenes desde que se conoció «el Tebasgate» aquel funcionario llamado Tebas llamado Peser que, en tiempos del faraón Ramsés IX, dirigía una trama en connivencia con una banda de saqueadores de tumbas, hasta el día de hoy, solo podemos decir que se ha enquistado y acrecentado en grandes proporciones.

La corrupción además de su crecimiento se ha estratificado, existe en todos los campos, sin embargo solo llama la atención aquella que realizan los de «cuello blanco» o estrato 6, como el reciente caso de Odebrecht, que corresponde a la ambición y a el abuso de su condición privilegiada, es esa la que genera indignación en la gente, la que causa polémica, y es entonces cuando salen los próceres de la democracia a promover referendos, a pedir aumentos de penas, pero cuál equivocado están quienes creen que esa es la solución a este problema de vieja data.

No nos hagamos el «pajaso mental» y dejemos de pensar que con los distintos mecanismos que se plantean en estos momentos de efervescencia, por este otro caso más de corrupción en el país como el de Odebrecht, acabaremos con ese cáncer que carcome a Colombia, eso no lo lograremos jamás.

La corrupción y la posibilidad de caer en ella se ha convertido en algo inherente al ser humano, por eso el problema no radica en las penas ni en las sanciones, el problema está enraizado en la pérdida de valores, en la falta de compromiso, en la forma como el hombre está pensando y actuando, y mientras esa actitud del ser humano no cambie, los índices de corrupción seguirán aumentando a pasos agigantados.

En Colombia no existen verdaderas políticas criminales contra la corrupción, no hay sanciones eficaces, existe mucha impunidad, los organismos de control no cumplen sus funciones, entonces resultamos tener un Estado ineficiente y débil contra los corruptos. Mientras eso suceda la conciencia del ser humano no va a variar, ni cambiar, por la misma fragilidad del estado y eso permitirá que cada día nazcan nuevos corruptos, al mejor estilo de los que suceden a los capos de las mafias.

El Estado obligatoriamente debe cambiar su rol, lo que conllevaría necesariamente a que el ser humano tenga un cambio de actitud, eso permitiría reducir la corrupción a sus justas proporciones, por qué algo si tengo claro y es que, el aumento de las fuerzas y la legislación represiva que algunos promueven, jamás erradicará esa «herencia maldita».

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