El Papa rompía cada rato el protocolo para acercarse a la gente y bendecirla

El Papa rompía cada rato el protocolo para acercarse a la gente y bendecirla

Los organizadores de la visita del papa Francisco a Colombia perdieron la cuenta de las veces que rompió el protocolo y el esquema de seguridad para poder tener mayor cercanía con la gente y darles la bendición que tanto anhelaban.

Al salir de la Nunciatura Apostólica, el sitio donde durmió cuatro noches en Bogotá, llamó a varias de las personas que lo esperaban durante largas jornadas de tiempo en las afueras. Lo hizo con la niña María Paula, hija de una abogada que labora en el sector, y con un niño de abrazos a quien abrazó con profundo amor.

Abría la ventanilla del vehículo para saludar a la multitud que lo aclamaba y pese a los aprietos de su esquema de seguridad, el papa Francisco prefería el contacto directo con la gente.

Se ponía encima todos los regalos que le daban. Por eso los colombianos lo vieron con un collar de semillas y un sombrero vueltiao en Villavicencio, con una ruana en Bogotá y con poncho, carriel y sombrero en Medellín.

El collar se lo dieron los indígenas al igual que un bastón de mando con el que lo nombran Guardián Milenario de la Madre Tierra y de los Pobres, como un acto de perdón ante los daños ecológicos causados al planeta, mientras que el sombrero vueltiao fue elaborado por los artesanos de Tuchín.

Durante su visita a la Casa de Nariño también lo hizo varias veces. Se apartó de la alfombra roja para saludar también a niños y ancianos en silla de ruedas mientras los asistentes agitaban pañuelos blancos, uno de los invitados que se arrodilló ante él para pedirle la bendición, la recibió sin problema alguna así como una niña que también se le acercó.

Durante la ceremonia programada con militares y policías en condición de discapacidad permanente, como consecuencia de la guerra, escogidos por la Corporación Matamoros para representar a los héroes de la Fuerza Pública caídos en combate, el Papa nuevamente rompió el protocolo. Les habían dicho que la posibilidad de que los saludara era remota, pero nuevamente hizo caso omiso, se salió de la alfombra roja y le estrechó la mano a cada uno.

Despedida en papamóvil

El último día de la visita del Papa no podía ser la excepción. Pese a que estaba previsto que desde la Nunciatura saliera en un automóvil hasta el aeropuerto militar Catam para dirigirse a cartagena, prefirió hacerlo en papamóvil. Eso no estaba contemplado y las autoridades tuvieron que activar un plan B para evitar contratiempos.

La razón del jerarca de la iglesia fue sencilla: esa era la mejor forma de despedirse, de bendecir a la gente que había madrugado a verlo y sobre todo era un gesto de agradecimiento por el calor humano expresado durante su permanencia en la capital de la República.

El carro disminuía la velocidad por petición del Sumo Pontífice para impartir la bendición a los feligreses y para abrazar a los niños.

En Cartagena hubo tiempo hasta para recibir un pionono que le regaló una mujer, en medio de la caravana que lo dirigía a la catedral de San Pedro.

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