Decimero Juan Doria, el hijo del Espíritu Santo

Decimero Juan Doria, el hijo del Espíritu Santo

 

Por María Alejandra Garcés

La décima llegó a su vida cuando tenía tan solo 15 años. Las brisas sabaneras lo llevaban de parranda en parranda en compañía de su padre, quien de algún modo, fue el que unió este arte musical a su destino.

Guiado por el alcohol, su progenitor, en el corregimiento de Sabananueva, San Pelayo, contrataba decimeros para que amenizaran sus fiestas, generándole a su fiel acompañante el gusto e interés por aprender lo que sus oídos escuchaban. Desde entonces, con poco esfuerzo, descubrió que había nacido con la virtud de cantar décimas y con el poder de cautivar con su potente voz y su inigualable expresión a los más exigentes públicos.

Este arte, que para muchos era de «campesinos corronchos”, se convirtió en la composición que enmarca y enaltece la cultura, que desde la colonia, no ha perdido vigencia. Gracias a las fiestas patronales de esta región de Córdoba y a la falta de equipos de sonidos, Juan Doria Durango, uno de los máximos representantes de la décima en Colombia, daba a conocer su talento para el canto de historias, que con un toque literario, removían los sentimientos de sus escuchas.

Cautivaba con décimas

El hijo del Espíritu Santo, como se hace llamar por haber nacido del vientre de Espíritu Durango, recuerda que de no haber sido por los decimeros, su época de juventud hubiese estado llena de silencio ya que eran los cantos de vaquería y de monte los que animaban a la sociedad.

Así como cautivaba a sus públicos, Juan, con las letras de amor de algunas décimas, cautivó también a su esposa, que de Sabananueva la trasladó al casco urbano del municipio hace más de treinta años. Tienen cinco hijos, quienes hoy en día guardan un inmenso orgullo en sus corazones por el alto aporte cultural que su padre le ha hecho al país.

A sus 80 años, el cantor que más recuerda y a quien le atribuye todos sus cocimientos es Ricardo Pérez Vidal, oriundo de su misma tierra natal.

Para este anciano, que muy poco tiene de ello, con su pelo aún café, de muy pocas canas y su cuerpo de contextura gruesa y todavía de mucha fuerza, el hombre sin la mujer es un inútil, por eso una de sus décimas favoritas a este tema se refiere. Con gran entusiasmo en cada festival al que es invitado la canta sin cesar.
El hombre sin la mujer
Según se ha experimentado
Es un invierno sin llover
Y un libro descuadernado.

Es un carro sin motor,
Una ruleta sin bola,
Una cometa sin cola
Y avión sin aviador.
Es una tienda sin mostrador,
Escribiente sin papel.
Es anzuelo sin cordel,
Un caballo sin montura.
Un jornalero sin rula
Y un invierno sin llover.

Cuenta con regocijo la inmensa satisfacción que siente cuando termina de cantar en sus presentaciones. Las personas, atentas a sus estrofas, le gritan con alegría y aplauden sin parar, generando en el protagonista una emoción que le pone la piel de gallina y el corazón con ganas de salirse del pecho.

Un ícono pelayero

Con motivo de preservar lo que más le gustaba, este hombre de actitud seria, junto a otros decimeros de Sabananueva, en 1985 decidió organizarse jurídicamente ante la Gobernación de Córdoba y formaron la Asociación Encuentro de Decimeros, donde se encargaban, desde entonces, de realizar un evento que congregara a todos los cantantes a través de concursos.

El más grande cantador de décimas, según el escritor Roberto Yances Torres, se siente muy feliz por haber llegado a la edad que Dios le ha permitido ya que considera que esa hazaña pocos la han logrado.

Al llegar a San Pelayo, este hombre de piel morena y ojeras marcadas, se convirtió en el decimero más reconocido. Habitualmente, año tras año, su talento era necesitado para amenizar el Festival Nacional de Porro, por tal motivo logró consolidarse como un ícono pelayero.

Diariamente en su casa, ubicada en el barrio Cacagual del pueblo, este cantante se levanta y se pone el atuendo que lo caracteriza: una camisa manga larga, un pantalón de pinzas, unas abarcas y su inconfundible sombrero ‘vueltiao’, marcado en su parte delantera con su nombre artístico: Juan Doria, el hijo del Espíritu Santo.

Allí mismo, en su estadero, llamado El Decimero, en honor a su talento, se sienta todas las tardes para piropear a las muchachas que él considera las más bonitas de la tierra que lo vio nacer.

Su vida ha sido el ejemplo de muchos, todavía recorre todo el departamento cordobés, mostrando de fiesta en fiesta la destreza que desde muy pequeño lleva en la sangre, esto con el fin de nunca dejar perder el patrimonio cultural que desde siempre ha cultivado.

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